SIN MIEDO AL DOLOR
Un anciano maestro hindú, cansado de las quejas de su discípulo, le mandó una mañana a por sal. Cuando hubo regresado, le ordenó echar un puñado de sal en un vaso de agua y que se lo bebiese todo.
El maestro sonrió y, acto seguido, le dijo que echase la misma cantidad de sal en el lago. Los dos caminaron en silencio hasta allí y el joven tiró la sal en el agua. El anciano, entonces, ordenó:
y después de un largo trago, le preguntó:
- ¿Qué tal sabe?
- Mucho más rica y refrescante.
- ¿No notas la sal? - Preguntó el maestro.
- no – respondió el discípulo.
El anciano se sentó entonces junto al joven y, con mucha ternura, le explicó:
Rafael Santandreu (Las Gafas de la felicidad)